sábado, 28 de junio de 2014

El bisturí llega al Cabañal.




Para quien no lo sepa, el origen del Cabanyal se remonta al siglo XIII cuando varias colonias de pescadores se fueron asentando en este zona costera formando un poblado que hoy en día es parte de la ciudad de Valencia. Su degradación es tal que parece más un vertedero que un pueblito encantador de obligada visita turística. Yo hubiese empleado todos los recursos a mi alcance para conseguir convertirlo en lo segundo, pero la alcaldesa se empeñó, hace ya mucho tiempo, en pasarlo por el bisturí para dejarlo a su imagen y semejanza. El resultado sería algo así como la fachada de la Preysler: más joven pero carente de personalidad, sin el encanto que nos incrusta el paso del tiempo, ese concepto que nos hace únicos. Y es que los que aquí vivimos, en la ciudad grande, pegada al barrio marinero, eso de vivir lo hacemos por inercia, por vasallaje, por el  "A mi qué me importa, mientras no se metan en mi casa", y a los demás que los zurzan. Digo esto por la evidente falta de solidaridad de los demás con la plataforma  Salvem el Cabanyal que lleva años luchando como guerreros en la sombra, como David contra Goliat, como la soledad del corredor de fondo. Su batalla por evitar el derribo de una parte de este lugar protegido ha conseguido paralizar el proyecto durante más de diez años.

Hace unos días, los de arriba arriba y los de arriba de aquí han llegado a un acuerdo (ya me gustaría conocer las amenazas, y las posteriores promesas que se han hecho) para abrir al viejo barrio en canal, sacarle las vísceras, y rellenarlo de humo, de botox y silicona. Aquí, en la ciudad de hormigón, no tienen ni puta idea de dónde se ubica Fuenteovejuna y, por consiguiente, ignoran el significado de la expresión "Todos a una". Lejos de parar los pies a la comendadora, permitimos que ella, sabedora de la falta de compromiso entre sus insolidarios vecinos, anule nuestra voluntad, la de todos, cada día un poco más.

Y tan felices! Aquí no pasa nada. No passa res, en lengua autóctona. No hay nada como la autosugestión. 


sábado, 21 de junio de 2014

Cincuenta y uno de Mayo


Querido diario… en estos momentos está aterrizando el verano. Lo confirmó ayer oficialmente Brasero, que es palabra de dios en la materia. Me gusta el calor. Por fin, puedo despijamarme. No te imaginas lo incómoda que resulta esta prenda, parece que fue inventada para no dormir. Me he preguntado unas cuantas veces hasta qué punto este miserable cumple con su función. Yo lo llamo cinturón de castidad. Para que te hagas una idea: al cambiar de posición o de postura tengo la sensación de estar embutida en un corsé del XIX, tal es la manera en que se retuerce aprisionando el cuerpo; el pantalón se sube hasta la rodilla, y mientras intento desplegarlo a su lugar… ya me he desvelado. Y no hablemos del camisón, que apenas he utilizado en mi vida. Este aún va más lejos, siguiendo el mismo proceso, acaba convertido en bufanda. Lo peor del calor es cuando llegan esas noches tropicales de insoportable canícula. Cuando no corre ni pizca de brisa, la altísima humedad satura los poros creando una capa pegajosa incompatible con la vida humana. No soy una orquídea. La falta de aire respirable me sumerge en un estado de creciente desasosiego. Ya estoy temblando. No he descubierto la forma de quitarme la piel de encima, para poder quedarme en carne viva.


viernes, 20 de junio de 2014

A esto me refería ayer.



Una peineta.

A veces, cuando la Historia va a Bilbao, tú vas a Sevilla. Es un suponer, no sabemos muy bien adónde va la Historia y adónde nosotros, lo cierto es que no logramos encontrarnos. Ahí está la abdicación de Juan Carlos, un Acontecimiento Histórico por decreto al que no hemos prestado la atención que se merecía. Llamé a mamá a las seis en punto de la tarde.
—¿Estáis viendo la tele?
—No, hijo, no consigo que me interese el asunto de la claudicación.
—Abdicación, mamá.
—Lo que sea. Me esfuerzo en estar a la altura de la Historia, pero no lo logro. A tu padre le importa un rábano también. Dice que nos preocuparemos por la Historia cuando ella empiece a preocuparse por nosotros. Precisamente nos has pillado haciendo cuentas para ver si este mes podíamos comprar las pastillas del colesterol y de la tensión, además los ansiolíticos y los antihistamínicos. ¿Tú no nos podrías echar una mano con los antiinflamatorios?
Telefoneé entonces a mi hijo, emigrante en Dusseldorf. Estaba enfadado:
—Que le den a la Historia, papá. Me resbala adónde vaya la Monarquía. Lo que me gustaría averiguar es adónde va el capitalismo, cuál es su próximo objetivo, dónde ha puesto el ojo para ver si me va alcanzar otra vez la bala.
Continué viendo, confuso, la ceremonia de la abdicación que por momentos, misteriosamente, parecía una toma de posesión, y recordé que en el telediario de las 15.00 había aparecido el ministro de Justicia proclamando que en un día histórico no se le podía preguntar por la fuga de su hijo. Personalmente, como padre, me habría parecido más lógico que dijera lo contrario: que en un día con tantas preocupaciones familiares él se ponía la Historia por montera. Depende de lo que priorices, que diría un secretario de Estado, si las horas o los minutos. Teóricamente hablando, las horas son el resultado de los minutos al modo en que la Historia, con mayúscula, debería ser el resultado de las historias de la gente. Pero aquí, ya digo, cada cosa va por su sitio. Le pregunto el porqué de esta extravagancia al camarero del bar donde veo la ceremonia, que es sociólogo, y dice que porque la Monarquía, que desde el punto de vista filosófico resulta un contradiós, no ha logrado entre nosotros, como entre los británicos, devenir en fetiche.
—Las relaciones con el fetiche —concluye— son de orden mágico, no racional, y ese es el gran trabajo que tiene por delante Felipe VI, convertirse en un amuleto de la suerte. Su padre, en cierto modo, lo logró. Pero los fetiches se desfetichan con facilidad. Aparece en el horizonte un Urdagarin, una infanta Cristina, un elefante muerto, una princesa comisionista, y la pata de conejo pierde todas sus propiedades.
Vaya, vaya, me digo yo a mí mismo, intentando emocionarme un poco con las imágenes de la familia real. Pero el Acontecimiento Histórico continúa empeñado en seguir hacia el norte mientras que mi tren se dirige hacia el sur. Entiéndase por sur (es un ejemplo) el dolor de cabeza que me provocan los antiinflamatorios de mis viejos. En un momento dado el Acontecimiento Histórico y yo nos cruzamos y le digo adiós con la mano. Él levanta la suya, pero no para devolverme el saludo, sino para hacerme una peineta. Joder con la Historia.

Texto: Artículo de Juán José Millás (El País, 18-06-2014)

¡Cuánto me alivia saber que hay gente capaz de comprender, de entender "globalmente" y de poner palabras inteligentes a mis "pobres" reflexiones y (minimalistas) conceptos! ¡Te adoro, Juanjo, aunque tú, como la Historia, como el rey, tampoco sepas de mi existencia!


jueves, 19 de junio de 2014

(Des)Esperando a la Historia.


Me gustaría que la Historia pensase más en mi, como yo pienso en ella.
Me gustaría que la Historia me dejase participar con ella, como yo lo hago en ella con Libertad, Igualdad y Hermandad.


domingo, 15 de junio de 2014

In-condicional(mente).



Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra… Si me quieres, quiéreme negra y blanca. Y gris, y verde, y rubia, quiéreme día, quiéreme noche… ¡Y madrugada en la ventana abierta!
Si me quieres, no me recortes: ¡Quiéreme toda... o no me quieras!

Dulce María Loynaz (1903-1997)


martes, 10 de junio de 2014

Touchée.


Me preguntas por qué compro arroz y flores?. Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir. Confucio (551 ac-478 ac)