Querido diario... Tengo un problema: Carnaval se me echa encima y no sé de qué me voy a disfrazar. Han sido tantos los trajes puestos que he perdido de vista los modelos. Estoy pensando qué tal estaría de monja, que es el único que estoy segura de no haberme puesto nunca. Sí, tienes razón, admito que es una idea un tanto bizarra tratándose de un personaje tan opuesto a mi filosofía de vida, y además, dudo mucho que un átomo de hipocresía pudiera sobrevivir en mi sistema. No me sorprendería que esta extravagancia tuviese algo que ver con lo que me traigo entre manos. Te cuento brevemente.
El verano pasado, no sé muy bien por qué, me ofrecí para restaurar el patrón del pueblo. Desde luego no fue por devoción, eso lo tengo claro, así que me inclino a pensar que, si hay algún responsable, no puede ser otro que mi inconsciente y su afición a empujarme a situaciones inverosímiles. Eso ya no importa. Digamos que fue ¿un arrebato?, ¿verlo tan patético me infundió un reto artístico? o que tal vez ¿el ídolo y yo teníamos una cuenta pendiente, que había que saldar definitivamente?. En una ocasión le pedí un favor. Se lo tomó al pie de la letra y la petición se convirtió en putada. ¡¿Cómo pude ser tan inocente?! Durante largo tiempo lo puse a caer de un burro y ahora, curtida por el tiempo, ¿quiero demostrarle que soy mucho más piadosa que él?. El caso es que, supongo, la precariedad de su aspecto se deba a que en alguna procesión, en uno de esos vaivenes, el santo brincó del anda al suelo y se pegó la hostia del siglo. ¿Que se lo merecía?, no voy a decir que no, pero su estado es lamentable y me llena de compasión. Tiene la cabeza desprendida como si hubiese pasado por guillotina, la mejilla izquierda literalmente partida y le falta media nariz. Es evidente que el coscorrón fue tremendo, ¿no?. Además se dio unos cuantos revolcones por el cemento porque tiene multitud de desconchones a lo largo y ancho del hábito franciscano. Como te decía antes, el ofrecimiento fue pillado al vuelo por las devotas del lugar, con el visto bueno posterior del párroco; ellas encantadas de recuperar la imagen original del fraile con niño, y él, sabedor de mi condición de descreída, aceptó sencillamente porque sí. Sólo me preguntó si yo era restauradora, a lo que contesté con un No sonrisado y añadí ¡Soy una manitas!. Le advertí que no podría devolver el italiano, de origen portugués, hasta el verano siguiente. Pero el cura asintió mecánicamente con la cabeza, extasiado como si tuviese delante una santa. Por cierto, se me olvidaba, el niño apenas tiene unos rasguños, ¿no te parece un milagro?
Ya he rellenado los desperfectos con escayola y procedido a la cirugía reparadora del apéndice nasal que, dicho sea de paso, bajo mi punto de vista hipermetrópico, para ser luso la tiene recta y fina. En cuanto a la cabeza... espero tener más éxito en el segundo intento de ensamblaje; el primero fue un fracaso total, no sé si porque la pegué de mala leche o si se resiste por hacerme la puñeta.
Hay momentos en que me viene a la mente un tal nosequién de Borja y entro en pánico.
Querido diario... Ahora que me he confesado, siento que la duda sobre el disfraz para Carnaval es el menor de mis problemas.
Ya he rellenado los desperfectos con escayola y procedido a la cirugía reparadora del apéndice nasal que, dicho sea de paso, bajo mi punto de vista hipermetrópico, para ser luso la tiene recta y fina. En cuanto a la cabeza... espero tener más éxito en el segundo intento de ensamblaje; el primero fue un fracaso total, no sé si porque la pegué de mala leche o si se resiste por hacerme la puñeta.
Hay momentos en que me viene a la mente un tal nosequién de Borja y entro en pánico.
Querido diario... Ahora que me he confesado, siento que la duda sobre el disfraz para Carnaval es el menor de mis problemas.