Dignissima igitur atque in primis affectanda pulchritudo est
his praesertim qui velint reddere non ingrata.*
L.B. Alberti
Si alguien piensa que tres estilos de decoración no pueden convivir en armonía, ya puede ir cambiando de idea.
Después de aquella mañana, mi vecina y yo entablamos una especie de amistad basada, en primera instancia, en algunos puntos comunes: la cafeína, la nicotina, la decepción y la debilidad por las rara avis. Puntos que, aunque no lo parezca, están relacionados con un modo de vivir la vida: el de creer en utopías y tener que tragar por huevos una realidad hostil. Además, las dos éramos del mismo signo y cada vez que nos reuníamos podíamos acabar siendo cuatro o más, dependiendo del día, lo cual abría un montón de ventanas por las que escapar del asedio al que estábamos sometidas: ella por una soledad impuesta, yo por haber acabado, involuntariamente, en el asfixiante espacio que queda entre una espada y la pared. Me encantó ver cómo había conseguido reunir en noventa metros cuadrados tres paisajes que le entusiasmaban: la calidez del rústico, las líneas rectas del moderno y el colorista oriental, todo tan perfectamente dispuesto que parecía un estilo con nombre propio; los colores, las formas, las texturas, las proporciones me llevaban por un camino ondulante tan ecléctico como uno de esos jardines perfectamente diseñados donde nada falta y sientes cómo la emoción derivada de su belleza va in crescendo a medida que avanzas por sus entrañas y al final, en el rincón más insospechado, aparece la singularidad que lo hará especial. En este caso era un jardín elevado, como los de Babilonia, con la diferencia de que la vegetación había sido sustituida por montones de palabras agrupadas en historias de viajes, fotografía, arte, poesía, novelas madurando sobre estanterías de madera que, a todas luces, habrían nutrido el pensamiento de sus lectores en un pasado no muy lejano. Descartes, Benedetti, Whitman, Espriu, Hernández, Valle-Inclán, Salinas, Belli, Márquez, Beauvoir, Frankl, Kundera, Cioran, Saramago, Pessoa, Millás, Mendoza, Roig, Nin, Camus, Auster, Sender, Hesse, Neruda, Sábato, ... una lista de admirados autores, demasiado larga para memorizar.
Se lo hice saber. Me miró agradecida y al tiempo que un velo de añoranza se disponía a caer sobre sus ojos añadió "Viajábamos siempre que el viento nos era propicio... Todos esos lugares, con su peculiaridad, nos parecían el mejor para pasar el resto de nuestros días... Pero nunca nos decidíamos por ninguno en concreto porque eso significaba tener que elegir uno y no estábamos dispuestos a renunciar a los demás, así que, de cada lugar, traíamos algún objeto que nos permitía disfrutar de todos ellos... mientras creábamos el nuestro propio".
Se lo hice saber. Me miró agradecida y al tiempo que un velo de añoranza se disponía a caer sobre sus ojos añadió "Viajábamos siempre que el viento nos era propicio... Todos esos lugares, con su peculiaridad, nos parecían el mejor para pasar el resto de nuestros días... Pero nunca nos decidíamos por ninguno en concreto porque eso significaba tener que elegir uno y no estábamos dispuestos a renunciar a los demás, así que, de cada lugar, traíamos algún objeto que nos permitía disfrutar de todos ellos... mientras creábamos el nuestro propio".
* La belleza es un factor de máxima importancia y debe buscarse con empeño sobre todo por quien quiere hacer agradables sus propias cosas.