...Ya después de la comida, haciendo la digestión, noté que algo no iba bien. Un aturdimiento extraño luchaba por hacerse hueco en mi cabeza, al tiempo que me producía alucinaciones inverosímiles; mi cuerpo estaba sufriendo unos cambios tan rápidos y extravagantes que los ojos no daban crédito; en un santiamén pasé a medir trece centímetros y medio. Barajé las posibles causas, a saber: la queimada…, me pasé con el agua de rocío…, una súbita (e inevitable) implosión… Cualquiera de ellas encajaba a la perfección dentro de las probabilidades concurrentes.
Durante un par de horas estuve dando saltitos para volver en mí, pero el cambio no parecía ser reversible... Yo cada vez me sentía más cómoda más volátil más ligera. Pensé en las posibilidades que me ofrecía semejante mutación, y se me ocurrieron unas cuantas. Me puse manos a la obra...
Aún no he decidido lo que haré. Practicaré sin descanso hasta el crepúsculo.