lunes, 10 de septiembre de 2018

"Te veo", amigo.




Hay caminos que se inician y aunque uno se arrepienta, por un motivo u otro, no hay forma de regresar.
Hay un camino idéntico para todos que cuando lo emprendemos no hay vuelta atrás.
Antes, me gustaba imaginar que este último desembocaba en un lugar ligero, suave,  etéreo donde me encontraría con los seres queridos, cuyas formas ya habrían alcanzado la condición de ligeras, suaves, etéreas y fantaseaba que por fin, juntos, sonreiríamos por toda la eternidad.
Antes sí. Ya no!

Ahora veo ese recorrido: una vía cubierta de musgos y hojas adentrándose en un vergel. Un lugar familiar, espectacularmente limpio, donde sus moradores, seres fantásticos igualmente ligeros, suaves y etéreos como leds zascandileando entre los árboles, gastándose bromas y contando chistes, sin ninguna tarea más que la de no pensar, mientras no sea hora de alfombrar la senda por donde entraría un nuevo miembro.

Karrás, un mago al que tuve el privilegio de conocer hace tiempo, ya sabía de su existencia; en ocasiones se adentraba hasta  donde el espíritu le permitía y volvía contando maravillas del lugar... Sus relatos inspiraron mi idea del paraíso.
Anoche no regresó de la que sería su última aventura.

En una misiva que tengo entre las manos, leo: Nuestro amigo se fue. Tomó un sendero de hojas y musgos y, de la mano del bosque, desapareció entonando su inolvidable "Hacedme el favor de ser felices".