Me pasa como a los gatos, que la curiosidad me pierde. Pero yo no tengo siete vidas, así que lo hago con cierta cautela y voy rodando las temáticas que me interesan, para no colapsar el intelecto. Sólo diré que el abanico es multicolor, y que esto de vivir es una rueda, y que cada equis tiempo casi todo tiende a repetirse, y que algunos temas descartados hace tiempo acuden al reencuentro por más que lo evite. Porque, aunque la vida se mueve en espiral, llegado el punto de convergencia, todo es lo mismo aunque parezca diferente.
El preámbulo anterior viene a cuento de que hacía años que no recopilaba sortilegios. El verano pasado, confirmando mi anterior teoría, una anciana se empeñó en ponerme un libro en las manos, insistiendo que lo leyera. Le prometí que le echaría un vistazo. Lo hojeé por encima, lo cerré, y lo volví a abrir por donde me dictó el azar. Caí en una página que me venía como anillo al dedo pues, basándome en el convencimiento de que nada ocurre por casualidad, pensé que la mala racha, causada tal vez por un mal de ojo, estaba a punto de cumplir los cien años de rigor, y ya empezaba a antojárseme l a r g a de narices. Leí:
"Tres garbancitos
tiene su culo.
Quítale dos,
déjale uno".
(Repetir mentalmente, tres veces, al paso de la persona que se supone causa el maleficio.) *
Me desternillé de risa. No sólo porque me resultara gracioso, ingenioso, creativo sino porque me imaginaba recitándolo… y a ver quién es el guapo que consigue evitar extender los labios mientras piensa en tal cosa. Creo que esta podría ser la base científica para que funcione el truco: desarmar al contrincante con una simple sonrisa, y que le llegue el maleficio de rebote. No es tan absurdo. He visto cosas más inverosímiles.
*Leído en el libro "Prácticas y creencias de una Santiguadora canaria", de Domingo García Barbuzano.