miércoles, 21 de marzo de 2012

Idée fixe.



               Apenas queda nada de la mujer vital que me crió a golpe  de desvelos. Aquel fatídico día, algo imprescindible  debió de romperse en pedacitos; desde entonces,  su mirada de agua parece sumergida en alguna parte, buscando un pecio. Cree que escucha, pero no presta atención. Toda su vida social se reduce en bajar al supermercado, y pasar por el estanco para conseguir su dosis de veneno. Su estado me recuerda  un rompecabezas de colores análogos en los que es fácil confundir el cielo con cachitos de mar. Al cabo de media hora uno acaba pensando "Mañana lo volveré a intentar".  Lo que más me preocupa es que no la he visto llorar, ni siquiera en el sepelio. Temo que un día explote y elija desertar de la vida para reunirse con Él. Aunque estoy convencida de que cuando se queda sola es feliz;  después de mantener el tipo todo el día,  al fin puede descomponerse a gusto venerando su ausencia.  Me cuesta admitir que aquella mujer comprometida,  decidida y moderna, el espejo donde yo miraba mi futuro, se quiebre cada noche envuelta en un manto de melancolía. Su brújula perdió el norte. Pero ella sale todos los días emocionada como una exploradora, rumbo sureste, convencida de que lo reencontrará.


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