lunes, 25 de febrero de 2019

Un carnaval permanente.



No recuerdo cuántos disfraces he llegado a ponerme en mi vida, pero sí recuerdo un año apoteósico que me disfracé tres días seguidos, y en esos tres días viví tres vidas diferentes.

El primero fue uno de esos vestidos que recuerdan al de la Bella. Una cortina y un trapito encontrado en un cajón y algunos abalorios fueron suficientes para montar el estilismo. Esa noche se me hizo horrorosamente eterna. No veía llegar el momento de despojarme de aquella prenda aparentemente confortable que resultó ser incómoda e irritante.  Traté de huir  por los intervalos de las puntadas de las costuras, pero no fui nada rápida y la Bestia se me comió. No volvería a repetir modelo.

Al día siguiente probé el lado opuesto, si es que puedo decirlo así. El tango siempre me ha encantado así que me anudé un pañuelo de lunares al cuello, me enfundé en un jersey de rayas rojas y blancas de mi sobrina, y me deslicé en una falda negra hasta los tobillos con aberturas laterales para que se viesen bien los tacones hasta más allá de las rodillas. ¡Guau! Este sí que me sentaba bien. Me había convencido. Por fin respiraba segura, con un arma de doble filo protegiéndome los pies. Sí señoras!

El último día, como despedida, me disfracé de viuda, como esas plañideras en el entierro de la sardina. De madrugada, de vuelta a casa, el sanbernardo de Bego  me salió al paso, ladrando como no podía ser de otro modo. Me pareció más enorme que de costumbre, al tiempo que su nombre desaparecía de mi memoria. ¡Hola guapo! -acerté a decirle cuando ya lo tenía a un par de metros. Aminoró el tono de sus insultos, me olisqueó brevemente y se marchó por donde había aparecido. Sin duda, éste fue el peor de los disfraces que me puse nunca. Además se convirtió en premonición, que años más tarde se consumaría en forma de suceso injusto: el hombre fulminado prematuramente había sido el equivocado.

*   *   *
Después de aquella sinopsis existencial, algunos disfraces fueron poseyéndome sibilinamente y son ellos los que deciden de qué voy un día, una semana, una temporada... sin que pueda remediar esta descarada suplantación de identidad.

*   *   *

Y... ¡¿  si me disfrazo de hombre  ?!


4 comentarios:

alfonso dijo...


·.
Yo te diría que sí, que te disfraces de hombre y así podrás comprobar porque los hombres queremos disfrazarnos de mujeres.
Me gusta tu foto. El collar que te has puesto te estiliza la figura. Y con la pluma ya vas de india...
VLVRTSdCLRS


LMA · & · CR

Esmeralda dijo...

Apoyo totalmente a Alfonso pero sube una foto porfa....

Me ha encantado tu narrativa disfracera ....

Yo me he disfrazado muuuuchos años por necesidades del guión laboral ....pero no me gusta naaaaada.
Los que me gustan son 'los subliminales'

Un abrazo

volvo dijo...

Pues mira, Alfonso, después de tu comentario te diré que nunca me disfracé de hombre así que me quedo con la duda de si seré uno %). En cuanto a la foto... puntualizo que no fue un posado robado: iba caminando y me dio por disparar. Cuando vi el resultado, la primera alucinada fui yo aunque ya se sabe que (casi) nada es casual :))
VLVRTSdCLRS

Siento decepcionarte, Esmeralda, en aquella época no existían los móviles así que nos entregábamos al 100% en pasarlo bien :)) A mi me encantan los disfraces, todos.
abraçada para ti también.

volvo dijo...

alfooooonso, no soy un hombre!!!! puedo hacer varias cosas al mismo tiempo :)