
Me siento desnuda ante este papel en blanco...
Ana apartó el bloc con desdén y arrancó el ordenador en un intento de encontrar inspiración. El blanco de Word también está vacío y brillante como una
bombilla incandescente (de esas que quieren “retirar” del mercado), las miras y ves como rayitas vibrantes que se clavan en la pupila y luego te siguen a cualquier parte en la mirada durante unos segundos…pensó, mientras acariciaba el teclado buscando crear palabras con sentido que apareciesen en la pantalla.
Pero su mente estaba lejos, en algún lugar entre el cielo y la tierra; una especie de limbo de color esmeralda, mezcla de soledad y esperanza dónde había ido a parar de forma totalmente involuntaria.
Si no se pueden reciclar… en qué rincón construirán el cementerio para bombillas?, se preguntaba. Las enterrarán enteras con toda su dignidad? O las destriparán como en las casquerías?…
...Los comedores de bombillas!…
Mientras imaginaba a los comedores de bombillas como posible solución para tan gran problema, reflexionó, ellos no podrían digerir tanto cristal… vio de reojo el reloj del monitor y se dio cuenta de que su madre estaría esperándola para comer… miró la hoja en blanco, puso la máquina en reposo y suspiró; por ahora me libro, ya seguiré más tarde, a lo mejor el postre me ilumina.
Presionó “enter” y la pantalla se iluminó mostrándose virgen e inmaculada como la había dejado hacía dos horas. Los gnomos están de vacaciones, masculló. Cogió las gafas y se puso a limpiarlas como deseando postergar la tarea que tenía por delante. No voy a ser capaz de escribir ese relato, lo mío es la fotografía. Con una foto delante soy capaz de exprimirme unas palabras, pero así, a palo seco…de dónde sacarán la inspiración los escritores? Tendré que entrar en el blog y decirle a Carmen que gracias por su confianza pero que me siento seca.
Se paseó por la página principal mientras sonaba en la gramola l’Enfant de Vangelis y comprobó que no había pasado nadie durante las últimas horas. Esa música…le había costado casi dos meses encontrarla en Internet. Le traía tantos recuerdos…formaba parte de la banda sonora de El Año que Vivimos Peligrosamente…y la convirtieron en su propia banda sonora porque a Luis le encantó.
Luis… mi amado Luis, seguro que entre los dos hubiésemos encontrado una solución para las pobres bombillas, como en aquella ocasión que se nos ocurrió imaginar un sistema de aspersores aéreos para extinguir los incendios en el monte…te añoro tanto!
Ana se levantó para ir al baño, accionó el interruptor y se encendieron los halógenos. Mientras se enjugaba las lágrimas con papel higiénico pensó, no será lo mismo ver en el ordenador a Einstein con un fluorescente o un halógeno sobre la cabeza.
Ya no podremos exclamar ¡Eureka! cuando tengamos una gran idea.
Volvió a la mesa de trabajo…Word había desaparecido…el salva-pantallas lucía las fotografías de cielos y mares con todo su esplendor. Encendió un cigarrillo y se dejó llevar por aquel espectáculo
esmeralda.
Este relato participa en el II Concurso de Escribe Tu Historia , si quieres puedes concursar, votar o, sencillamente, disfrutar leyendo a los participantes en: El Mosquitero.