Tormento.

Nunca había vivido una granizada como la de ese día; empezó de repente,  duró una eternidad y tres cuartos de hora, y pensé que nunca se acabaría....  Ni el cemento, ni la piedra, ni el barro se enteraron del drama sobrevenido. Sin embargo, el olor, el color, el  ruído del tormento desprendido de la nube viajera  quedó grabado en mi memoria, con la precisión y destreza de una punta de bambú empapada  en tinta de excelsa calidad, como un  Tà moko maorí.

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