La razón es, y será siempre, esclava de la pasión.
David Hume
Tengo que confesar que esta entrada, cuando la pensé, tenía un tinte más auténtico, de cal abrasadora: por eso conservé el título, y si no lo digo reviento. Desistí de mi verdad por cobardía, pues no quería acabar mis días de forma (tan) políticamente incorrecta; quedaría del todo antiestético. Pero esta mañana me he despertado y me he levantado y he mirado por la ventana, y he visto que el mundo sigue igual… anestesiado; pasivo, dormido. Pero también veo que yo no he cambiado… miro mucho, y no digo nada.
¡Cuánto me gustaría ser capaz de ser más explicita! Y cuánto admiro a quienes en un párrafo son capaces de pintar la realidad como Velázquez, sin que se note el horror de las hazañas ni del transcurrir de los días.
…
España. Las Españas. La derrota del buen caballero que pobló del sueño de la Caballería la espantosa soledad de una meseta atroz, la incendiada locura de Durruti, la impotencia de nuestros reyes más nobles, ese instante sobrecogedor cuando Lope de Aguirre, en la lista de firmas que justificarán la muerte del Condestable, añade la suya y junto a ella escribe: traidor.
Termino aquí este otoño de apasionados tonos calientes. A ver qué nos trae el crudo invierno.
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