miércoles, 6 de febrero de 2013

Flor y cía.



Sin embargo... no vayas a pensar que me conformo con esta nada en que ha devenido el paso de los días. Aún me quedan sueños, deseos, y alguna que otra ilusión por cumplir, aunque nunca he entendido muy bien en qué se diferencian los primeros de ésta. La posibilidad de una escapada, a Florencia por ejemplo, me mantiene con la esperanza viva de volver a sentir el síndrome de la belleza que me permita licuar de golpe  los residuos marchitos que aprisiono dentro. Como cuando entré en Venecia, arrojada por la boca siempre abierta de santa luchia,  mezclada con la multitud procedente de Milán, me acogió con los brazos extendidos y no pude contener las lágrimas ante tantísimo poderío: toda ella destilando sensualidad, empapada de historia camuflada de Carnaval a ambos lados del Gran Canal, desde el puente de Rialto al Ponte dei Sospiri. 


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