jueves, 24 de mayo de 2012

Hijos de la gran Bretaña.


Seguramente la entrada anterior no existiría si no hubiese sido por una extraña asociación de ideas. Ya se sabe que el subconsciente trabaja por cuenta propia y no se deja comprar. La historia que sigue es la responsable de que, lo que en principio iba a ser una visita de placer cultural, se convirtiese en una investigación al más puro estilo (¡mis ganas!) Lisbeth Salander.

"Érase una vez un constructor que encontró un bello paraje donde crecían hermosos pinos. Pensó que sería un buen lugar para levantar una urbanización con casitas de estilo mediterráneo, con aire acondicionado del todo natural. Se puso manos a la obra, de tal forma, que el resultado conseguido fue un bosque repoblado con champiñones.

Con el tiempo, en este lugar, se fueron asentando  gentes procedentes de países donde el sol suele brillar por su ausencia. Hambrientos de luz, algunos talaron los árboles de su parcela, sustituyéndolos por máquinas refrigerantes colgadas en las paredes, y en el exterior.

Un verano llegó un nuevo miembro a la colonia. Su manejo en lenguas varias pronto lo catapultó a formar parte de la comisión encargada de llevar la voz cantante; ¡alguien tenía que hacer de intérprete en aquella torre de babel!. El recién llegado defendió con una disertación impecable la conservación de los árboles que, en esta ocasión, se encontraban en terreno municipal. Con su lucha sólo consiguió prolongar un año la vida de las Pinophytas; los hijos de la granbretaña se habían estado reuniendo en petit comité, a sus espaldas, votando a favor de la decapitación, llevando a cabo algo que en su país ni se les hubiese pasado por la cabeza, gracias al desinterés (o interés, según se mire) de los responsables de medio ambiente del Ayuntamiento que se embolsó 100 euros por cada Pinacea
Cuando el políglota se enteró de la traición dimitió,  renunciando, con una sonrisa al estilo inglés, a formar parte de tan sombrío club."


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