jueves, 31 de mayo de 2012

VolVoreta.


Erguida delante del sarcófago, Virginia contemplaba impávida cómo reposaban los restos de su Felicidad hecha  pedazos. No le quitaba los ojos de encima, preguntándose, si algo tan relativo como efímero tendría la capacidad de regresar algún día. Entreabrió los labios para decirle adiós y se le escapó, volando, el alma por la boca, errática y desconcertada como una polilla buscando la luz. Durante el lapso que siguió a la cremación, no la vi ni sollozar… hasta el día que despertó de aquella muerte pasajera y se percató de que ya era otra estación. La primavera quedaba muy lejos.



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