jueves, 18 de julio de 2013

Noche 18.








Antes, cuando soñaba de verdad, tenía un problema entre otros… me gustaban tantos lugares que nunca me decidía por ninguno en particular: el norte por sus colores tan variados como las estaciones, las nubes cargadas de agua, su solidaridad; el sur, de sonrisa tan fácil que no hay problema capaz de borrársela, su aparente felicidad, su musicalidad ; el centro, un llano cuyo fin es el horizonte y uno tiene la impresión de poder gritar sin que nadie lo oiga, su austeridad, su soledad. Aquí, en tierra de nada, estoy bien, por decir algo. Me he acostumbrado, porque, un día, llegué a la conclusión poco convincente de que quien no tiene un lugar donde vivir cualquier sitio le sirve, o mejor todavía, quien no desea nada lo tiene todo. Lo más duro pasó. Cruzar el puente de la Indiferencia es el peor tramo que uno tiene que pasar, una vez hecho, comienza el ritual: un pie delante del otro, y así sucesivamente, sin parar, para no pensar, como un autómata.


4 comentarios:

Anonymous dijo...


20 julio, 2013 at 18:29
Es, diría yo, una especie de sabiduría amarga, que pone las cosas en su sitio para comenzar a caminar sin preocuparse de nada más

noe dijo...


21 julio, 2013 at 18:18
A veces decimos que nos duelen las críticas, pero duele mucho más la indiferencia de aquellos a los que siempre esperamos, ya sea en el norte, el el sur, el el centro o en el lugar que nos encontremos.
Creo que superada esa “espera” se puede caminar con la vista al frente porque ir mirando siempre hacia atrás puede hacer que nos tropecemos.

Manolo dijo...


22 julio, 2013 at 18:22
Afortunadamente un autómata no escribe estos textos o hace o admira estas fotos.
Me gusta mucho esto…
Un saludo…

karras dijo...

Tu lo has dicho. ¿Que puede perder quien nada tiene?. Tal vez esté ahí el gran secreto. Besos.